Capítulo 18
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Completamente suya
El reloj marcaba casi las tres de la mañana de domingo
cuando Fernando cruzò el umbral de la habitación de Leticia. Dentro de la habitación,
se respiraba un aroma que él bien conocía; era el aroma de su Lety.
Fernando cerrò los ojos por un momento y volviò a
pensar en la primera noche que hicieron el amor. Esa noche había sido magica y
fue entonces que él se diò cuenta de sentir algo por ella. Cuando había regresado
a su casa, su ropa y su cuerpo sabían a Lety; ella había dejado una huella en
su ser que jamás ninguna mujer podía borrar. Aquella noche, él no había logrado
pegar un ojo; su mente proyectaba una y otra vez las imágenes de ese momento de
amor. Fernando se había sentado en el sillón blanco, cerca de la ventana, y cada
vez que serraba los ojos, veía la cara de Lety que sonreía y lo agradecía por
“el mejor regalo de cumpleaños que había tenido”. Fernando no sabía que pensar
de sí mismo; de una parte se sentía un miserable porque había hecho el amor con
su asistente, con la mujer que lo amaba incondicionalmente, sin amor, pero, de
otra parte, se sentía bien... Fernando no lograba comprender porque, pero se sentía
“lleno” y immensamente feliz el unico que lograba hacer, era sonreir.
Cuando se quitò el saco, Fernando se percatò che su
ropa había quedado impregnada del perfume de Lety. No obstante antes ese
perfume le causaba nausea, esa noche Fernando lo percebiò distinto.
Instintivamente, acercò el saco a su naris y se hundiò en el aroma de ella. Su
Lety seguía allì con él. Fernando pasò toda la noche sentado en el sillón con
el saco entre sus brazos y asì se durmiò hasta que se Marcia lo despertò algunas
horas después.
M: Mi amor, ¿Que haces durmiendo en el sillón? A ver,
dame tu saco y quitate esa ropa asì puedes ponerte la pijama y acostarte bien en
la cama
Cuando Marcia tratò de quitarle el saco de los brazos,
Fernando le gritò que no lo tocase y lo estrechò a sì
M: ¿Que te pasa Fernando? ¿Porque no quieres que te
quite el saco? Estas ocultando la foto de ella, ¿verdad?
F: Marcia, ¡Por el amor de Dios! ¡Estoy arto de tu sospechos!
¡No hay ninguna otra! Y el motivo para que no quiero que toques mi saco, ¡es que
me lo arruges! Yo mismo ahorita lo voy a poner en el vestidor. Acuestate
tranquila mi amor que ahorita te alcanzo.
En realidad, Fernando nunca la alcanzò porque se metiò
diretito en el baño parandose frente a el espejo.
F: ¿Que te pasa Fernando Mendiola? ¿Porque estás asì?
¡Casi no te reconozco brother! ¡Mira que sonrisa tienes! Y todo gracias a Leticia...
Ay Lety... ¡Mi Lety! ¿Que me hizo? No se porque pero... ¡Ya me hace falta!
La reminiscencia evaporarò lentamente de su memoria
cuando se acercò a la cama sin hacer el minimo ruido; ella estaba allì
durmiendo. Fernando la mirò y la contemplò tiernamente. Leticia parecía un
angel. Por un momento, su la vista fue atraída
de la mensa de noche. Sobre el mueble, estaba una tarjeta.... Fernando la mirò
y la reconociò de inmediato: auqella era la última tarjeta que había escrito a
su Lety, el dia ante de la junta del comitè; la tarjeta donde le expresaba toda
su angustia por su frialdad y donde le confirmaba su intención de cancelar la
boda con Marcia, confiandole, en fin, que era ella la mujer que amaba de
verdad.
¿Que hacía allì esa tarjeta? Y sobretodo... ¿Porque
Lety la había traído con ella? Fernando no encontrò una respuesta pero, el
hecho que ella había traído de Mexico algo que él le había escrito y que lo tenía
tan cerca a sì, lo hacía esperar que ella, todavía, seguía amandolo.
De repente, Lety empezò a moverse en el sueño hasta
que de su boca salieron cinco palabras que dejaron Fernando boquiabierta...
L: ¡Don Fernando, no me deje!
Lety estaba visiblemente inquieta; era como si
estubiera haciendo una pesadilla.
Fernando se preocupò y se acercò, sientandose
cerca de ella en la cama. Después, le tomò la mano y, acariciandole suavemente
la cabeza, le susurrò:
F: Estoy aquì Lety... ¡Estoy con usted y no la voy a
dejar por nada del mundo!
Lety despertò de golpe y vio que Don Fernando estaba
cerca de ella
L: Don Fernando... ¿Que hace usted aquì?
F: Sentì que me necesitaba y vine por usted
Lety quedò boquiabierta. ¿Como había hecho a entrar en
su habitación si la puerta estaba cerrada? Y sobretodo, ¿Porque insistía si ya
le había dicho que no quería tener nada que ver con él? Lety estaba confundida
pero de una cosa estaba segura; ¡Don Fernando tenía que irse!
L: Se equivoca Don Fernando, yo no lo necesito para
nada...
F: ¿Ah si? ¿Y por eso me estaba llamando en el sueño?
Lety se ruborizò avergonzada. Inmediatamente se
levantò de la cama y se acercò a la puerta, abriendola un poco.
L: Don Fernando ¡se lo suplico! ¡Vayase y dejeme en
paz de una vez! Ya se devolvì su empreza... ¿Que quiere todavía de mi?
F: Esto...
Fernando cerrò la puerta con un trompazo, arrinconó Lety
contra esa y la besò profundamente el la boca.
La mente de Leticia regresò de inemdiato al sueño que había
hecho algunas noches atrás en su casa, cuando sueñò que Fernando estaba con
ella en su cuarto. Su mente le decía que no era correcto lo que estaba haciendo
però su cuerpo fue demásiado debil y no supe resistir al contacto con el cuerpo
de Fernando.
Fernando sentía que Lety deseaba lo mismo que él y
hubo la confirma de eso cuando las manos de ella empezaron a acariciarle la
nuca dulcemente y ella profundizò el beso. De repente, el deseo de Fernando se
hizo más fuerte y sus labios abandonaron la boca de Lety para traslarse en su
cuello. Leticia se estremaciò por completo; sentía los labios de él esplorar su
cuello y su lengua humedecer su carne.
Lety fue tomada por la locura del frenesí y le quitò
de un solo golpe el saco a Fernando, aventandolo al suelo. Él, mientras tanto, había
empezado el proceso de desabrocharle la chaqueta de la pijama... Desabrochado
el ultimo botón, le quitò suavemente la chaqueta y le besò el hombro derecho,
apretandole suavemente la carne. Lety advirtiò un escalofrío de placer y lo
estrechò fuerte, acariciandole la esplada. Fernando colocò sus manos en la
cintura de ella y la solevò, apegandola a su cuerpo y acomodandola sobre su
cintura. Lety reaccionò de inmediato, estrechandolo con sus piernas y
abrazandose a su cuello. Sus labios finalmente se encontraron otra vez en un
dulce beso. Fernando caminò hasta la cama y se sentò, dejandola sobre él.
Por un momento se parò y la mirò en los ojos: ¡Lety
era hermosa!
F: No sabe cuanto la amo y cuanto la deseo, mi Lety ¡Necesito
sentirla mia!
Leticia no quise responder con palabras si no con un
profundo beso que le quitò el aliento a él y hizo si que la magia de su amor
comenzase a obrar.
Fernando separò sus labios y le acaricò la mejilla, al
tiempo que ella le desabrochaba la camisa. Quedado sin camisa, Fernando la
estrechò aun más a él y sus cuerpos se apegaron haciendo sì que él sintiera el
pecho de ella contra el suyo. En ese instante, él sintiò el corazon de Lety
later como un loco. Los dos se amaban immensamente y sus corazones latían al
unísono.
Fernando le acariciò la espalda y su boca reprendiò la
tarea de besarle el lobulo, descendiendo en el cuello, hasta que sus labios se
traslaron en el pecho de ella. Lety empezò a tiemblar para la excitación; las
manos de Fernando le acariciaban dulcemente la espalda, bajo del sujetador hasta
que él se deshizo suavemente del sosten, liberando sus senos. Lety se ruborizò
avergonzada y tratò de cubrirse el pecho con el brazo pero Fernando la tomò por
la muñeca, le besò la mano y le sonriò. Lety no podía resistir a esa sonrisa...
En ese instante, Leticia confiaba al cien por cien de Fernando y sabía que
entre sus brazos no había nada que temer.
Fernando abrigó el rostro de Leticia entre sus manos, la
besò profundamente en la boca, lamiendole los labios, y le soltò varios besos
el las mejillas, en el cuello, en los hombros y en fin, llegò cerca de los
pechos. Leticia hubiera deseado detener el tiempo cuando Fernando empezò a
besarle los senos, apretandole suavemente los pezones y ungiendolos una y otra
vez. Lety ahogò un gemido más hondo, sintiendo la lengua de Fernando sobre sus
pezones; presa de el frenesì, estrechò más fuerte sus piernas alreador de la
cintura de él.
Fernando sonriò y comprendiò que ella era pronta por
el paso sucesivo. Sin dejar de besarle el pecho, Fernando la acostò suavemente
en el colchón.
Antes de abalanzarse sobre ella, trasladò su mano
derecha hasta el costado del muslo de Leticia y suavemente la deshaciò de su
pantalones. Suavemente, introdujò sus dedos por debajo de el elastico de su
pantaletas, causandole un ligiero cosquilleo en la cadera. Lety riò
nerviosamente y Fernando se aprovecò por besarla con pasión, abalanzandose
finalmente sobre ella. Con mucha dulzura, le bajò los pantaletas, haciendo lo
mismo con sus calzoncillos, y se acomodò entre sus piernas. Lety sentiò toda la
excitación de él y entendiò que Fernando estaba listo para poseerla; en toda
respuesta, ella se arqueó hacia atrás, acercandose aún más a la entrepierna de
él y transmitiendole las ganas que tenía de sentirlo dentro de sí.
Las manos de Fernando regresaron a acariciarle las
caderas hasta descender en el trasero. La piel de Lety ardía. Finalmente,
Fernando penetrò en ella con suma dulzura, repitiendo la maravillosa sintonía
que había protagonizado las dos noches que habían hecho el amor. Entregada a su
hacer, Lety se mordía los labios para contener los gemidos al tiempo que él
marcaba el exquisito ritmo con cada embestida. De inmediato, su femineidad
empezó a corresponderle a la virilidad de Fernando. Sin miedo, ella lo estrechaba
más y más a su cuerpo mientre su placer iba crecendo. Fernando estaba
incendiado por las ganas; amaba Leticia con desmesura y se percataba de como ella
también lo amaba cuando gozaba entre sus brazos, igual que él. Fernando la
sujetò con más fuerza, profundizando el placer, y la respiración de Lety se
acelerò aún más. Poco a poco, su boca volviò a encontrarse con los labios de
ella, entre gemidos y jadeos, mientras se adentraba y se retiraba de ella con
mucha pasión y mucho amor. Finalmente, la tensión llegò a su apogeo. El cuerpo
de ella empezò a tiemblar asi como lo de Fernando; los suspiros se trasformaron
en gemidos de placer. Fernando la estrechò aún más a sì, como si quisiera
fundir su cuerpo con lo de ella, y ambos se abandonaron al éxtasis. Sus bocas
se secaron con el gozo al tiempo que sus cuerpos estallaron de placer.
Leticia sonreì;
era otra vez completamente suya.
Sigue...
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