martes, 8 de julio de 2014

Capítulo 18






Capítulo 18
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Completamente suya

El reloj marcaba casi las tres de la mañana de domingo cuando Fernando cruzò el umbral de la habitación de Leticia. Dentro de la habitación, se respiraba un aroma que él bien conocía; era el aroma de su Lety.

Fernando cerrò los ojos por un momento y volviò a pensar en la primera noche que hicieron el amor. Esa noche había sido magica y fue entonces que él se diò cuenta de sentir algo por ella. Cuando había regresado a su casa, su ropa y su cuerpo sabían a Lety; ella había dejado una huella en su ser que jamás ninguna mujer podía borrar. Aquella noche, él no había logrado pegar un ojo; su mente proyectaba una y otra vez las imágenes de ese momento de amor. Fernando se había sentado en el sillón blanco, cerca de la ventana, y cada vez que serraba los ojos, veía la cara de Lety que sonreía y lo agradecía por “el mejor regalo de cumpleaños que había tenido”. Fernando no sabía que pensar de sí mismo; de una parte se sentía un miserable porque había hecho el amor con su asistente, con la mujer que lo amaba incondicionalmente, sin amor, pero, de otra parte, se sentía bien... Fernando no lograba comprender porque, pero se sentía “lleno” y immensamente feliz el unico que lograba hacer, era sonreir.
Cuando se quitò el saco, Fernando se percatò che su ropa había quedado impregnada del perfume de Lety. No obstante antes ese perfume le causaba nausea, esa noche Fernando lo percebiò distinto. Instintivamente, acercò el saco a su naris y se hundiò en el aroma de ella. Su Lety seguía allì con él. Fernando pasò toda la noche sentado en el sillón con el saco entre sus brazos y asì se durmiò hasta que se Marcia lo despertò algunas horas después.

M: Mi amor, ¿Que haces durmiendo en el sillón? A ver, dame tu saco y quitate esa ropa asì puedes ponerte la pijama y acostarte bien en la cama

Cuando Marcia tratò de quitarle el saco de los brazos, Fernando le gritò que no lo tocase y lo estrechò a sì

M: ¿Que te pasa Fernando? ¿Porque no quieres que te quite el saco? Estas ocultando la foto de ella, ¿verdad?

F: Marcia, ¡Por el amor de Dios! ¡Estoy arto de tu sospechos! ¡No hay ninguna otra! Y el motivo para que no quiero que toques mi saco, ¡es que me lo arruges! Yo mismo ahorita lo voy a poner en el vestidor. Acuestate tranquila mi amor que ahorita te alcanzo.

En realidad, Fernando nunca la alcanzò porque se metiò diretito en el baño parandose frente a el espejo.

F: ¿Que te pasa Fernando Mendiola? ¿Porque estás asì? ¡Casi no te reconozco brother! ¡Mira que sonrisa tienes! Y todo gracias a Leticia... Ay Lety... ¡Mi Lety! ¿Que me hizo? No se porque pero... ¡Ya me hace falta!

La reminiscencia evaporarò lentamente de su memoria cuando se acercò a la cama sin hacer el minimo ruido; ella estaba allì durmiendo. Fernando la mirò y la contemplò tiernamente. Leticia parecía un angel. Por un momento, su la vista  fue atraída de la mensa de noche. Sobre el mueble, estaba una tarjeta.... Fernando la mirò y la reconociò de inmediato: auqella era la última tarjeta que había escrito a su Lety, el dia ante de la junta del comitè; la tarjeta donde le expresaba toda su angustia por su frialdad y donde le confirmaba su intención de cancelar la boda con Marcia, confiandole, en fin, que era ella la mujer que amaba de verdad.
¿Que hacía allì esa tarjeta? Y sobretodo... ¿Porque Lety la había traído con ella? Fernando no encontrò una respuesta pero, el hecho que ella había traído de Mexico algo que él le había escrito y que lo tenía tan cerca a sì, lo hacía esperar que ella, todavía, seguía amandolo.

De repente, Lety empezò a moverse en el sueño hasta que de su boca salieron cinco palabras que dejaron Fernando boquiabierta...

L: ¡Don Fernando, no me deje!

Lety estaba visiblemente inquieta; era como si estubiera haciendo una pesadilla. 
Fernando se preocupò y se acercò, sientandose cerca de ella en la cama. Después, le tomò la mano y, acariciandole suavemente la cabeza, le susurrò:

F: Estoy aquì Lety... ¡Estoy con usted y no la voy a dejar por nada del mundo!

Lety despertò de golpe y vio que Don Fernando estaba cerca de ella

L: Don Fernando... ¿Que hace usted aquì?

F: Sentì que me necesitaba y vine por usted

Lety quedò boquiabierta. ¿Como había hecho a entrar en su habitación si la puerta estaba cerrada? Y sobretodo, ¿Porque insistía si ya le había dicho que no quería tener nada que ver con él? Lety estaba confundida pero de una cosa estaba segura; ¡Don Fernando tenía que irse!

L: Se equivoca Don Fernando, yo no lo necesito para nada...

F: ¿Ah si? ¿Y por eso me estaba llamando en el sueño?

Lety se ruborizò avergonzada. Inmediatamente se levantò de la cama y se acercò a la puerta, abriendola un poco.

L: Don Fernando ¡se lo suplico! ¡Vayase y dejeme en paz de una vez! Ya se devolvì su empreza... ¿Que quiere todavía de mi?

F: Esto...

Fernando cerrò la puerta con un trompazo, arrinconó Lety contra esa y la besò profundamente el la boca.

La mente de Leticia regresò de inemdiato al sueño que había hecho algunas noches atrás en su casa, cuando sueñò que Fernando estaba con ella en su cuarto. Su mente le decía que no era correcto lo que estaba haciendo però su cuerpo fue demásiado debil y no supe resistir al contacto con el cuerpo de Fernando.

Fernando sentía que Lety deseaba lo mismo que él y hubo la confirma de eso cuando las manos de ella empezaron a acariciarle la nuca dulcemente y ella profundizò el beso. De repente, el deseo de Fernando se hizo más fuerte y sus labios abandonaron la boca de Lety para traslarse en su cuello. Leticia se estremaciò por completo; sentía los labios de él esplorar su cuello y su lengua humedecer su carne.

Lety fue tomada por la locura del frenesí y le quitò de un solo golpe el saco a Fernando, aventandolo al suelo. Él, mientras tanto, había empezado el proceso de desabrocharle la chaqueta de la pijama... Desabrochado el ultimo botón, le quitò suavemente la chaqueta y le besò el hombro derecho, apretandole suavemente la carne. Lety advirtiò un escalofrío de placer y lo estrechò fuerte, acariciandole la esplada. Fernando colocò sus manos en la cintura de ella y la solevò, apegandola a su cuerpo y acomodandola sobre su cintura. Lety reaccionò de inmediato, estrechandolo con sus piernas y abrazandose a su cuello. Sus labios finalmente se encontraron otra vez en un dulce beso. Fernando caminò hasta la cama y se sentò, dejandola sobre él.

Por un momento se parò y la mirò en los ojos: ¡Lety era hermosa!

F: No sabe cuanto la amo y cuanto la deseo, mi Lety ¡Necesito sentirla mia!

Leticia no quise responder con palabras si no con un profundo beso que le quitò el aliento a él y hizo si que la magia de su amor comenzase a obrar.

Fernando separò sus labios y le acaricò la mejilla, al tiempo que ella le desabrochaba la camisa. Quedado sin camisa, Fernando la estrechò aun más a él y sus cuerpos se apegaron haciendo sì que él sintiera el pecho de ella contra el suyo. En ese instante, él sintiò el corazon de Lety later como un loco. Los dos se amaban immensamente y sus corazones latían al unísono.
Fernando le acariciò la espalda y su boca reprendiò la tarea de besarle el lobulo, descendiendo en el cuello, hasta que sus labios se traslaron en el pecho de ella. Lety empezò a tiemblar para la excitación; las manos de Fernando le acariciaban dulcemente la espalda, bajo del sujetador hasta que él se deshizo suavemente del sosten, liberando sus senos. Lety se ruborizò avergonzada y tratò de cubrirse el pecho con el brazo pero Fernando la tomò por la muñeca, le besò la mano y le sonriò. Lety no podía resistir a esa sonrisa... En ese instante, Leticia confiaba al cien por cien de Fernando y sabía que entre sus brazos no había nada que temer.
Fernando abrigó el rostro de Leticia entre sus manos, la besò profundamente en la boca, lamiendole los labios, y le soltò varios besos el las mejillas, en el cuello, en los hombros y en fin, llegò cerca de los pechos. Leticia hubiera deseado detener el tiempo cuando Fernando empezò a besarle los senos, apretandole suavemente los pezones y ungiendolos una y otra vez. Lety ahogò un gemido más hondo, sintiendo la lengua de Fernando sobre sus pezones; presa de el frenesì, estrechò más fuerte sus piernas alreador de la cintura de él.
Fernando sonriò y comprendiò que ella era pronta por el paso sucesivo. Sin dejar de besarle el pecho, Fernando la acostò suavemente en el colchón.
Antes de abalanzarse sobre ella, trasladò su mano derecha hasta el costado del muslo de Leticia y suavemente la deshaciò de su pantalones. Suavemente, introdujò sus dedos por debajo de el elastico de su pantaletas, causandole un ligiero cosquilleo en la cadera. Lety riò nerviosamente y Fernando se aprovecò por besarla con pasión, abalanzandose finalmente sobre ella. Con mucha dulzura, le bajò los pantaletas, haciendo lo mismo con sus calzoncillos, y se acomodò entre sus piernas. Lety sentiò toda la excitación de él y entendiò que Fernando estaba listo para poseerla; en toda respuesta, ella se arqueó hacia atrás, acercandose aún más a la entrepierna de él y transmitiendole las ganas que tenía de sentirlo dentro de sí.

Las manos de Fernando regresaron a acariciarle las caderas hasta descender en el trasero. La piel de Lety ardía. Finalmente, Fernando penetrò en ella con suma dulzura, repitiendo la maravillosa sintonía que había protagonizado las dos noches que habían hecho el amor. Entregada a su hacer, Lety se mordía los labios para contener los gemidos al tiempo que él marcaba el exquisito ritmo con cada embestida. De inmediato, su femineidad empezó a corresponderle a la virilidad de Fernando. Sin miedo, ella lo estrechaba más y más a su cuerpo mientre su placer iba crecendo. Fernando estaba incendiado por las ganas; amaba Leticia con desmesura y se percataba de como ella también lo amaba cuando gozaba entre sus brazos, igual que él. Fernando la sujetò con más fuerza, profundizando el placer, y la respiración de Lety se acelerò aún más. Poco a poco, su boca volviò a encontrarse con los labios de ella, entre gemidos y jadeos, mientras se adentraba y se retiraba de ella con mucha pasión y mucho amor. Finalmente, la tensión llegò a su apogeo. El cuerpo de ella empezò a tiemblar asi como lo de Fernando; los suspiros se trasformaron en gemidos de placer. Fernando la estrechò aún más a sì, como si quisiera fundir su cuerpo con lo de ella, y ambos se abandonaron al éxtasis. Sus bocas se secaron con el gozo al tiempo que sus cuerpos estallaron de placer. 

Leticia sonreì; era otra vez completamente suya.




Sigue...

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