jueves, 27 de noviembre de 2014

Capítulo 41

Capítulo 41
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Te amo



Por un par de horas, Lety no pegó un ojo, preocupada que la temperatura de Fernando subiera otra vez. Cuándo la situación pareció más tranquila, finalmente se durmió en los brazos de él. Fernando, por su cuenta, estaba más fresco, signo que los antibióticos hacían efecto, pero sobretodo estaba más relajado, tenendo a Lety entre sus brazos.

El reloj marcaba diez para las tres cuándo Fernando abrió los ojos, percatandose que Leticia dormía abrazada a él.

F: No, no puede ser... Lety, mi Lety, ¿está aquí conmigo? ¡Dios, haz que no sea un sueño o una traición de mi imaginación, te lo ruego!

Fernando se inclinó hacia ella y le besó tiernamente donde su frente se perdía en su cabellera.

Leticia se despertó con la sonrisa dibujada en los labios. Fernando le acarició la mejilla y muy dulcemente le susurró el buen día

Lety se incorporó de inmediato y lo miró preocupada

L: ¡Don Fernando! ¿Se siente bien?

F: Sí Lety... ¡Me siento esplendidamente ahora que usted está aquí conmigo!

Lety se sonrojó

L: Bueno, me da mucho gusto que se sienta mejor. Eso quiere decir que ahora puedo irme...

F: ¡No Lety, se lo ruego! ¡No se vaya!

Lety no sabía que hacer. Ella porsupuesto quería quedarse con él pero sentía que no era lo más conveniente entonces buscó una excusa que le permitiera irse...

L: Es que... mis papás... ¡han de estar preocupados!

F: Lety, ¡Son las tres de la mañana! ¿No cree que sus papás ya han de estar dormidos a esta hora?

Definitivamente la excusa de Lety no funcionó.

F: Y además ¿¡Usted cree que yo voy a dejar que se vaya solas y a esta hora en la calle!? ¡Olvidelo!

Lety lo miró dulcemente en los ojos. ¡Fernando se preocupaba por ella!

Perdida en su mirada, Leticia le otorgó la razón. En el fondo, ella no quería regresar a su casa. ¡Era más tentadora la propuesta de quedarse con él!

Fernando se incorporó un poco y trató de convencerla a quedarse

F: Mire Leticia, hagamos una cosa; ¡quedese a dormir aquí conmigo! Le prometo que no le voy a faltar el respeto. Es más, ¡ni siquiera voy a tocarla!

Y por lo bajo terminó su frase...

F: A menos que usted me lo pida, claro...

¡Es que Lety quería estar con él! Era demasiado tiempo que no hacía el amor con Fernando y ya empezaba a faltarle la sensación que solo el placer de estar con él podía brindarle. ¿Como podía decirle a Fernando que se moría para hacer el amor con él?

L: Está bien Don Fernando; me quedo con usted esta noche...

Fernando sonrió

F: Gracias Lety

Sin que ella lo sospechara, Fernando tenía el mismo anhelo. Él hubiera dado cualquier cosa para estar de nuevo con ella; para sentirla otra vez suya. Ambos se sostuvieron las miradas. El inmenso amor que sentían, hacía que se perdieran el uno en en el otro. Para evitar caer en la tentación, Lety decidió levantarse con la excusa que quería un vaso de agua.

L: ¿Se le ofrece algo de la cocina?

F: No Lety, gracias.

L: Bueno, entonces voy y regreso

Fernando sonrió. Tener a Lety en su casa ¡y encima durmiendo en su cama! era un sueño hecho realidad.

Una vez en la cocina, Leticia fue invadida por un extraña calidez y sentió que su rostro ardía, producto de la agitación de solo sentir a Fernando cerca de ella, entonces pasó sus dedos a través de su cabello, acomodándolo un poco hacia atrás, y trató de “enfriarse”.

Cuándo regresó desde la cocina, Fernando ya estaba recostado así que Lety se convenció que se había dormido y aprovechó para ir al baño. Cuándo se miró al espejo, se percató que todavía tenía el traje que lucía en la oficina y seguramente esa no era la solución más comoda para dormir. Para empezar, Lety se quitó la chaqueta, quedando con la camiseta blanca y la falda negra, pero todavía no se sentía comoda ya que la falda empezaba a aprietarla y las medias le causaban picor.

L: ¡Ay así no voy a poder dormir!

En ese momento, le vino una idea

L: ¡Ya sé! ¡Voy a tomar prestada una pijama de Don Fernando! Mañana me levanto muy temprano así me la quito y él ni cuenta se va a dar ji ji ji

Actuando como el famoso ladrón Lupin, Lety regresó sigilosamente en la recámara y se dirigió hasta el vestidor. Cuándo encontró lo que buscaba, regresó en el baño y allí se deshizo del sostén y se puso la pijama de Fernando. Nunca podía imaginarse que Fernando la estaba espiando, ya que había dejado la puerta del baño algo entreabierta.

Fernando, por su cuenta, no pudo creer en sus ojos cuándo vio que Lety se quitaba la falda y después hacía una especie de strip tease, quitandose muy despacio la camiseta, las medias y en fin el sostén. A miedo que le subiese de nuevo la temperatura, viendola casi encuerada, Fernando decidió regresar a la cama.

F: ¡Dios! ¡No lo puedo creer! ¡Si esto es un sueño, no quiero despertarme jamás!

Finalmente Fernando se recostó sobre su espalda, mirando hacia el techo y ubicando sus manos entrelazadas detrás de su nuca tratando de “enfriarse”, cuándo se percató que alguien no tenía ninguna intención de hacer lo mismo...

F: ¿Y a ti que te pasa carnalito brother? Claro... ¡La viste así y ya no entiendes nada ¿verdad?! Ay mi Lety... Aunque quisiera olvidarte no puedo. Tu eres la única que me proboca todas estas cosas... Siento que si no puedo estar contigo, no voy a estar con nadie más en mi vida...


Mientras tanto, en el baño, Lety ya se había puesto la pijama de Fernando y cuándo volvió a mirarse en el espejo, le dio una brota de risa al ver que la misma era demasiado grande para ella.

L: Ji ji ji bueno, ni modo. ¡Te voy Lety!

Leticia regresó en la recámara donde estaba la luz de la lámpara de noche todavía encendida, se sentó en la orilla de la cama y, después de haberse persignato, encomendándose a todos los Santos, se acostó. Cuándo Fernando se percató que ella vestía una de sus pijamas, tuvo que contenerse para no echarse a reír al ver como le quedaba. Antes de dormirse, Lety se acercó a él para sentirle la temperatura y le dio un tierno beso en la frente. Cuándo se percató que Fernando estaba más fresco, sonrió y le sussurró en el oído:

L: Buenas noches mi amor

Después Leticia se volteó, dándole la espalda, y tras apagar la luz trató de dormirse. Fernando quedó desconcertado por lo que acababa de hacer Lety. No solo le había dado un beso, ¡sino que lo había llamado “mi amor”!

Apabullado, Fernando se puso a pensar:

F: ¿Y eso que quiere decir? ¿Que ella todavía sigue amandome? No, no puede ser...

Muy despacio, se volteó hacia ella y se quedó varios minutos a contemplarla. Aúnque Lety había apagado la luz de la lámpara de noche, el alumbrado público ofició suficiente iluminación para iluminar a su amada, filtrándose a través del traslúcido cortinado que cubría la ventana.

Lety, por su cuenta, no lograba dormirse. La mera cercanía de Fernando la tenía en ascuas y la regresaba a la última noche que pasaron “juntitos los dos” en Acapulco. Esa noche, habían vuelto a hacer el amor y había sido como si entre ellos nunca hubieran existidos desaciertos o malos entendidos; solo eran los dos, unidos piel y sentimiento; todo el resto no importaba.

Fernando no pudo más resistir a la tentación y se acercó a Leticia, tanto, que ella pudo sentir la respiración de él en su nuca. Sentirlo tan cerca, la estremecía. Fernando trató de resistir lo más que pudo sin tocarla, tal como le había prometido, pero no lo logró y finalmente la cubrió con su brazo izquerdo, atrayéndola a sí y envolviéndola entre sus brazos.

Lety sintió que sus latidos se aceleraban. Como si pudiese leerle el pensamiento, Fernando empezó a susurrarle en el oído los versos de una canción de Alexandre Pires:

F: Junto a ti seducción, enciendes uno a uno mis sentidos... Quédate con mi amor, ¡envuélveme en tus brazos sin temor! Viviré siempre así, enamorado digan lo que digan... y seré para ti ¡porque tú eres una en un millón!

Al escuchar esos versos, Lety estremeció aún más

Fernando siguió cantandole al oído:

F: Ámame, ¡acércate y ámame! Regálame de un poco tu calor, atrévete a mi amor, ¡no tengas miedo y solo ámame!

Lety se volteó, sin soltarse del abrazo, y enfrentó sus rostros. Fernando la miró con muchísima ternura y, perdiendose en su mirada color café, le acarició la mejilla con las yemas de sus dedos

F: Lety, mi Lety...

L: Don Fernando yo...

Fernando no la dejó ni terminar de hablar; con un gesto acercó sus labios a los de ella y la besó en la boca como no hacía desde mucho tiempo.

Lety no lo alejó, puesto que era demasiado tiempo que anhelaba ese beso. Cuándo sus labios se separaron, Fernando se excusó con ella por lo que hizo y se soltó del abrazo, volteandose avergonzado.

Lety quedó inmóvil por algunos segundos hasta que se convenció que era mejor enfrentar la situación de una vez por todas; lentamente se acercó a él y le hizo una caricia en el hombro

L: No hay necesidad de disculparse Don Fernando...

Sintiendo la caricia de Lety, Fernando se volteó, muy despacio, con plena compunción.

Viéndolo tan compungido, Leticia tomó su rostro entre sus manos, obligandolo a  mirarla en los ojos

F: Como sea le pido disculpa Lety; yo le prometí no acercarme a usted ¡y mire lo que hice!

L: ¡Ya Don Fernando! ¡Le dije que no pasó nada!

F: Pero...

Lety no lo dejó seguir puesto que esta vez fue ella que se armó de valor y lo besó en los labios con plena pasión.

Fernando quedó apabullado con ese gesto por parte de ella; él anhelaba ese beso desde que se habían separado en Acapulco y ahora, con lo que acababa de hacer, ¡Lety le estaba confirmando que era él el hombre que amaba!

Sin saber como actuar, Fernando decidió hacerse guiar por el corazón. Aprovechando de la cercanía entre ellos, le puso su mano derecha en la espalda y la acercó a sí, envolviéndola en sus brazos y acariciandola. Leticia estaba en las nubes. Las manos de Fernando que la acariciaban, le faltaban como el aire para respirar y econtrarse así, a solas con él, era un sueño. Los dos se miraron en los ojos y se sonrieron así que Fernando tomó valor y se atrevió a decirle lo que nunca le había confesado:

F: ¡Te amo Leticia!

Lety reaccionó exactamente de la misma manera que cuándo Fernando le había confesado que la amaba, la noche de su cumpleaños: abrió grande los ojos y hizo gala de su asombro. Lo que diferenciaba esta noche de la de su cumpleaños, era que esta vez, Fernando acababa de tutearla.

Leticia se soltó del abrazo y se incorporó, sentandose en la orilla de la cama, y las lagrimas empezaron a salir de sus ojos. Fernando, también se incorporó y se sentó cerca de ella. Al verla llorar, se maldició por lo bruto que era y trató de secarle las lagrimas con sus pulgares. Convencido de haber hablado de más de la cuenta, Fernando se excusó por segunda vez en la noche:

F: Disculpeme Lety, no era mi intención incomodarla...

L: ¡No, no Don Fernando! No es eso...

Fernando suspiró aliviado aunque preocupado por la actitud de Leticia

F: ¿Entonces? ¿Por qué llora?

L: Es que... No sé como decirle que yo...

Lety se avergonzó y se levantó de la cama, quedando de pié y dandole la espalda.
¡No tenía valor para mirarlo en los ojos!

Fernando no tenía intención de quedarse picado entonces se levantó detrás de ella y la tomó de los brazos.

F: Lety, por favor... ¡Hableme! Ya le he dicho que conmigo no tiene que temer nada... Sé que para usted mi palabra no vale nada, pero ¡confíe en mi!

Leticia se mordía los labios por los nervios. Fernando, cuidadosamente, la hizo voltear, hasta que sus rostros se enfrentaron, y la tomó por el mentón, obligandola a mirarlo en los ojos. Leticia, entonces, se armó de valor y, mirandolo fijo en los ojos, le confesó lo que ya se callaba desde mucho tiempo:

L: ¡Te amo Fernando!

Esta vez fue Fernando que desorbitó los ojos, quedando literalmente boquiabierta. ¡Lo que acababa de confesarle Lety, era la realización de su anhelo más profundo!

Muy avergonzada y roja en la cara, Lety se volteó inemediatamente, alejandose un poco desde él.

Fernando no pudo hacer otra cosa que acercarse a ella y abrazarla, estrechandola a sí. Ese gesto la reconfortó así que Leticia se volteó y escondió su rostro ruborizado contra el pecho de él.

Fernando le besaba la cabellera al tiempo que le preguntaba si todo eso era real:

F: Lety... dime que esto no es un sueño ¡te lo ruego!

Lety sonrió

L: No Fernando, esto no es un sueño; ¡esta es nuestra realidad!

Preso del ímpetu, Fernando la acorraló contra la pared y la besó como si no existiese un mañana.

Lety estaba feliz. ¡Por fin había logrado confesarle su amor a Fernando!
Los dos siguieron besandose por mucho rato. Había transcurrido demasiado tiempo desde el último beso y ahora sus almas necesitaban saciarse de esa sed que por demasiado tiempo los había privado de amarse.

Por fin la magia de su amor comenzó a obrar. Fernando desvió sus labios de la boca de ella, cubriendole el rostro con pequeños besos por doquier: en la mejilla, en su sien, en la frente y en su nariz... Lety sonreía con cada beso que Fernando propagaba en su rostro.

De pronto Fernando decidió que era el momento adecuado para ponerse más atrevido entonces  paseó el vértice de su nariz, ascendiendo la ladera del cuello de Lety, hasta esconderse tras la sombra de su lóbulo, con el pleno conocimiento de la reacción que ese gesto provocaría en ella. Lety advirtió un escalofrío que recorrió de punta a punta su cuerpo y todos sus sentidos se aceleraron.

Presa de la excitación, Leticia empezó a desabrocharle la chaqueta de la pijama, acariciando con las yemas de sus dedos el pecho de Fernando y dibujando pequeños círculos. Sentir las manos de ella acariciarlo, hizo que los latidos de Fernando se aceleraran aún más. Sintiendo que Lety también se aceleraba, Fernando promovió que se situasen diferentes. Sin esperar la aprobación de Leticia, Fernando puso sus manos en la parte que continuaba la espalda de ella y, con energía, la levantó y la acomodó sobre su cintura, cayendo prisionera la misma entre los brazos de él.

Cargandola entre sus brazos, Fernando se llevó Leticia pasos atrás. Cuándo dio con la cama, dejó caer cuidadosamente Lety sobre el edredón, recostandola sobre su espalda, y después se abalanzó dulcemente sobre ella, haciendo que sus labios retomaran contacto. Por un momento Fernando se detuvo y la miró en los ojos, acariciandole tiernamente la mejilla.

F: Te amo Lety. ¡Te amo con toda mi alma!

L: Yo también te amo Fernando. ¡Nunca he amado a nadie como amo a ti!

Fernando le dio un beso que pareció quitarle la respiración. Leticia casi ahogaba en el bálsamo de sentirlo otra vez suyo. Su corazón latía como un loco con cada caricia que Fernando prodigaba sobre su pecho, todavía abrigado por la chaqueta de la pijama de él.

Con cada caricia, Lety replegaba sus labios hacia adentro, presa del placer de sentir las manos de su hombre que exploraban su cuerpo.

Viéndola así, Fernando decidió que había llegado el momento de liberar los senos de Leticia de su cautiverio; con  picardía empezó a desabrocharle la chaqueta de la pijama, regalandole un pequeño beso por cada botón que desabrochaba.

Cuándo el último botón fue desabrochado, Fernando le quitó lentamente la chaqueta, dejandola caer sobre la alfombra, y se le secó la boca al percatarse que Leticia no traía el sostén.

Lety se avergonzó y se incorporó un poco, tratando de cubrirse los pechos con sus brazos

F: ¡No Lety, por favor! ¡No me prives del placer de contemplarte!

L: ¡Es que me da pena!

F: No hay de porque; ¡Eres hermosa mi amor!

Ella solo sonrió, halagada por las palabras de Fernando

Fernando le besó la mejilla y trató de hacerla relajar, hundiendo sus labios en el cuello de ella y apretándole suavemente la carne, provocando que su piel se erizase. Leticia estaba en éxtasis y no pudo otra cosa que abandonarse completamente a él. Fernando recibió ese gesto con beneplácito y, poniendole una mano en la espalda, la hizo recostar, dandole un beso empapado de ternura.

Cuándo Fernando se convenció que Lety estaba más relajada, desplazó dulcemente los brazos de ella de su pecho y empezó a prestarle suma atención a sus senos, abrigando con la palma de sus manos los volúmenes del busto de ella.

Leticia empezaba a deleitarse con las sensaciones que las caricias de Fernando prodigaban sobre sus senos y anhelaba que ese momento se perpetuara para siempre.

Fernando, por su cuenta, estaba al septimo cielo al ver la reacción que sus caricias provocaban en ella. Complacerla era lo único que le importaba en la vida sobretodo después de haberla destruida con sus mentiras.

Fernando quería rescatarse, aunque estaba consciente que una noche de amor no podía obrar el milagro...

Sin embargo, ver a la mujer de su vida gozar con sus caricias, hizo que Fernando se excitara aún más.

Con su boca húmeda, recorrió su escote y se aventuró hasta el valle, empezando a apretar suavemente sus pezones y causando que Leticia estremecera. Leticia se contoneó, presa de la agitación, y sus gemidos no tardaron en hacerse oír, delatando su placer. Con mucha ternura, llevó una mano detrás de la cabeza de Fernando, aprobando los resultados de su esmero y haciendo que la excitación de él iba en creciendo a cada momento.

Al limite de la excitación, Lety se ancló a Fernando con sus piernas y él entendió que estaba lista para el paso sucesivo. Aunque laboriosamente, la boca de Fernando dejó sus senos para regresar a su cuello mientras que con sus manos la despojaba de los pantalones, desvistiendo sus piernas. Finalmente Lety quedó solo con su pantaletes.

Suavemente, Fernando empezó a acariciarle el costado de su muslo, causandole un ligero cosquillo. Lety soltó una pequeña risa que Fernando calló con un profundo beso.

La urgencia de sentirla suya lo hostigaba, así que Fernando decretó que había llegado la hora de deshacerse también del pantalón de su pijama, que voló al suelo de inmediato. Cuándo Fernando quedó en ropa interior, Lety comprobó contra su muslo cuán genuina era la excitación de él, halagandose de eso.

¡Nunca Fernando había sentido asco estando con ella! Su amor era sincero y su excitación nacía dal deseo de poseerla.

En ese instante, Fernando la necesitó como jamás imaginó que la necesitaría. Él la necesitaba para seguir vivo y necesitaba sentir que ella seguía siendo solo suya.

Amorosamente, Fernando se acomodó entre los muslos de ella mientras que Leticia le colocaba las manos encima de sus hombros, acompañando con sus caricias la atención que él le brindaba, y provocandole escalofríos de placer.
Con mucha suavidad, los dedos de Fernando se desviaron hasta el trasero de Leticia así que con un gesto le quitó las pantaletas, haciendo lo mismo con sus calzoncillos. Finalmente los dos quedaron completamente desnudos.

El apremio de su excitación ya aquejaba a su hombría pero Fernando no queria ser brusco, así que antes de poseerla, frotó su nariz con la de ella, con muchísima ternura, como un beso esquimal, y ella le regaló una sonrisa, estrechandolo aún más y besandole el cuello.

Sin duda Fernando era el hombre de su vida; el hombre por el cuál valía la pena levantarle cada día; él que hace que todo valga la pena.
Con sus besos y sus caricias, Leticia parecía querer animarlo a apurar la consumación. Fernando entonces trasladó la mano a la unión de sus piernas entendiendo que su mujer estaba lista para recibirlo. La piel de Lety ardía, ansiosa por sentirlo dentro de sí.

Cuándo Fernando penetró en ella, las ganas de Lety se incendiaron. Leticia se rindió a su invasión, y se entregó completamente a él, no solo con su cuerpo, sino con su alma, con su corazón y con su ser todo.

Fernando la tenía acorralada a él y, con cada movimiento, le demostraba cuánto la amaba, haciendola estremecer en cada milimetro de su piel.

Lety seguía mimandolo en todo momento. Ella se sentía la mujer más feliz del mundo, deleitándose con la erótica sensación de estar acogiéndolo en profundo mientras lo apegaba más y más a su cuerpo, mordisqueandole sobre la quijada. Sentirlo dentro de sí, le daba una sensación de plenitud completa. Los dos, juntos, se completaban. Eran como dos partes de un engranaje que necesitaban estar juntas para funcionar.

Con sus gemidos, Leticia le transmitía su regocijo ante el ritmo que Fernando componía con cada embastida. Los besos que Fernando esparcía por el cuello de ella, hacían que el placer de Lety creciera a pasos agigantados a cada minuto.

¡Tanta era la excitación, que Lety no lograba mantener sus parpados abiertos!

Presa del ímpetu, Leticia cerró las caderas de Fernando con sus muslos y él la sorprendió con un acción que la tomó definitivamente desprevenida...

De pronto Fernando hundió sus brazos detrás de la espalda de ella y la aferró, volteándose. Lety terminó encima de él. En aquel momento, Leticia no sabía que hacer. ¡Nunca en su vida se había encontrado en semejante situación! Ahora era ella a estar encima de Fernando y él simplemente la miraba sonriendo, acariciandole las caderas con picardía. Por instinto, Lety se asentó sobre sus rodillas y Fernando empezó a marcarle el ritmo, acompañando con sus manos las caderas de ella.

Las muecas de placer de Fernando la animaban más y más y finalmente Lety se meció con naturalidad, haciéndose de los gestos de Fernando y encontrando una nueva manera por entregarse a él. Leticia sonreía, dichosa del momento y envuelta por la esencia de su hombre. Fernando, por su cuenta, estaba con el sentido completamente nublado, preso de la excitación de poseer a su mujer y regocijado por poderla mirar de una nueva perspectiva.

Cuando la pasión obligó a Leticia a orillarse al siguiente paso, ella hundió sus uñas en el enredón y cerró los parpados, ahogando un hondo gemido. Fernando entendió de inmediato lo que estaba por suceder y retomó las riendas de la situación, recostando Lety en la cama y abalanzandose amorosamente sobre ella.
Otra vez Fernando descendió sus labios sobre los de Leticia mientras con su cuerpo se adentraba y se retiraba de ella en una fricción encendida, que saciaba o exacerbaba su hambre según el vaivén.

El actuar de Fernando, obligó Leticia a expresarse hasta con las uñas, con las que le arañó las escápulas. Fernando no se cansaba de besarla y de mimarla en todo momento. Leticia era su razón de existir y poderla contemplar mientras hacían el amor, lo hacía sentir feliz de la vida.

De pronto Lety emitió un gemido más hondo, cuándo el temblor irrefrenable empezó a propagarse, signo que la excitación había llegado a su apogeo. Por un segundo entreabrió sus párpados, atestiguando como Fernando gozaba al igual que ella, sintiendola suya. Leticia sonreía; la felicidad de sentirse suya, la estremecía hasta el alma.

Finalmente ambos se abandonaron al éxtasis; sus manos se entrelazaron, sus bocas se secaron con el gozo y sus cuerpos festejaron entre gemidos la culminación de sus placer...


Sigue...


2 comentarios:

  1. Perfeito a descrição de tudo amei parecia que eu estava vendo a cena parabéns estou ansiosa para o novo capitulo

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  2. Ai q bom q eles se declararão um ao outro. Tomara q eles fiquem juntos . Pq ainda tem o Aldo e a Márcia

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