Capítulo
41
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Te
amo
Por
un par de horas, Lety no pegó un ojo, preocupada que la temperatura de Fernando
subiera otra vez. Cuándo la situación pareció más tranquila, finalmente se
durmió en los brazos de él. Fernando, por su cuenta, estaba más fresco, signo
que los antibióticos hacían efecto, pero sobretodo estaba más relajado, tenendo
a Lety entre sus brazos.
El
reloj marcaba diez para las tres cuándo Fernando abrió los ojos, percatandose
que Leticia dormía abrazada a él.
F:
No, no puede ser... Lety, mi Lety, ¿está aquí conmigo? ¡Dios, haz que no sea un
sueño o una traición de mi imaginación, te lo ruego!
Fernando
se inclinó hacia ella y le besó tiernamente donde su frente se perdía en su
cabellera.
Leticia
se despertó con la sonrisa dibujada en los labios. Fernando le acarició la
mejilla y muy dulcemente le susurró el buen día
Lety
se incorporó de inmediato y lo miró preocupada
L:
¡Don Fernando! ¿Se siente bien?
F:
Sí Lety... ¡Me siento esplendidamente ahora que usted está aquí conmigo!
Lety
se sonrojó
L:
Bueno, me da mucho gusto que se sienta mejor. Eso quiere decir que ahora puedo
irme...
F:
¡No Lety, se lo ruego! ¡No se vaya!
Lety
no sabía que hacer. Ella porsupuesto quería quedarse con él pero sentía que no
era lo más conveniente entonces buscó una excusa que le permitiera irse...
L:
Es que... mis papás... ¡han de estar preocupados!
F:
Lety, ¡Son las tres de la mañana! ¿No cree que sus papás ya han de estar
dormidos a esta hora?
Definitivamente
la excusa de Lety no funcionó.
F:
Y además ¿¡Usted cree que yo voy a dejar que se vaya solas y a esta hora en la
calle!? ¡Olvidelo!
Lety
lo miró dulcemente en los ojos. ¡Fernando se preocupaba por ella!
Perdida
en su mirada, Leticia le otorgó la razón. En el fondo, ella no quería regresar
a su casa. ¡Era más tentadora la propuesta de quedarse con él!
Fernando
se incorporó un poco y trató de convencerla a quedarse
F:
Mire Leticia, hagamos una cosa; ¡quedese a dormir aquí conmigo! Le prometo que
no le voy a faltar el respeto. Es más, ¡ni siquiera voy a tocarla!
Y
por lo bajo terminó su frase...
F:
A menos que usted me lo pida, claro...
¡Es
que Lety quería estar con él! Era demasiado tiempo que no hacía el amor con
Fernando y ya empezaba a faltarle la sensación que solo el placer de estar con
él podía brindarle. ¿Como podía decirle a Fernando que se moría para hacer el
amor con él?
L:
Está bien Don Fernando; me quedo con usted esta noche...
Fernando
sonrió
F:
Gracias Lety
Sin
que ella lo sospechara, Fernando tenía el mismo anhelo. Él hubiera dado
cualquier cosa para estar de nuevo con ella; para sentirla otra vez suya. Ambos
se sostuvieron las miradas. El inmenso amor que sentían, hacía que se perdieran
el uno en en el otro. Para evitar caer en la tentación, Lety decidió levantarse
con la excusa que quería un vaso de agua.
L:
¿Se le ofrece algo de la cocina?
F:
No Lety, gracias.
L:
Bueno, entonces voy y regreso
Fernando
sonrió. Tener a Lety en su casa ¡y encima durmiendo en su cama! era un sueño
hecho realidad.
Una
vez en la cocina, Leticia fue invadida por un extraña calidez y sentió que su
rostro ardía, producto de la agitación de solo sentir a Fernando cerca de ella,
entonces pasó sus dedos a través de su cabello, acomodándolo un poco hacia
atrás, y trató de “enfriarse”.
Cuándo
regresó desde la cocina, Fernando ya estaba recostado así que Lety se convenció
que se había dormido y aprovechó para ir al baño. Cuándo se miró al espejo, se
percató que todavía tenía el traje que lucía en la oficina y seguramente esa no
era la solución más comoda para dormir. Para empezar, Lety se quitó la
chaqueta, quedando con la camiseta blanca y la falda negra, pero todavía no se sentía
comoda ya que la falda empezaba a aprietarla y las medias le causaban picor.
L:
¡Ay así no voy a poder dormir!
En
ese momento, le vino una idea
L:
¡Ya sé! ¡Voy a tomar prestada una pijama de Don Fernando! Mañana me levanto muy
temprano así me la quito y él ni cuenta se va a dar ji ji ji
Actuando
como el famoso ladrón Lupin, Lety regresó sigilosamente en la recámara y se
dirigió hasta el vestidor. Cuándo encontró lo que buscaba, regresó en el baño y
allí se deshizo del sostén y se puso la pijama de Fernando. Nunca podía
imaginarse que Fernando la estaba espiando, ya que había dejado la puerta del baño
algo entreabierta.
Fernando,
por su cuenta, no pudo creer en sus ojos cuándo vio que Lety se quitaba la falda
y después hacía una especie de strip tease, quitandose muy despacio la
camiseta, las medias y en fin el sostén. A miedo que le subiese de nuevo la
temperatura, viendola casi encuerada, Fernando decidió regresar a la cama.
F:
¡Dios! ¡No lo puedo creer! ¡Si esto es un sueño, no quiero despertarme jamás!
Finalmente
Fernando se recostó sobre su espalda, mirando hacia el techo y ubicando sus
manos entrelazadas detrás de su nuca tratando de “enfriarse”, cuándo se percató
que alguien no tenía ninguna intención de hacer lo mismo...
F:
¿Y a ti que te pasa carnalito brother? Claro... ¡La viste así y ya no entiendes
nada ¿verdad?! Ay mi Lety... Aunque quisiera olvidarte no puedo. Tu eres la única
que me proboca todas estas cosas... Siento que si no puedo estar contigo, no
voy a estar con nadie más en mi vida...
Mientras
tanto, en el baño, Lety ya se había puesto la pijama de Fernando y cuándo volvió
a mirarse en el espejo, le dio una brota de risa al ver que la misma era demasiado
grande para ella.
L:
Ji ji ji bueno, ni modo. ¡Te voy Lety!
Leticia
regresó en la recámara donde estaba la luz de la lámpara de noche todavía
encendida, se sentó en la orilla de la cama y, después de haberse persignato, encomendándose
a todos los Santos, se acostó. Cuándo Fernando se percató que ella vestía una
de sus pijamas, tuvo que contenerse para no echarse a reír al ver como le
quedaba. Antes de dormirse, Lety se acercó a él para sentirle la temperatura y le
dio un tierno beso en la frente. Cuándo se percató que Fernando estaba más
fresco, sonrió y le sussurró en el oído:
L:
Buenas noches mi amor
Después
Leticia se volteó, dándole la espalda, y tras apagar la luz trató de dormirse. Fernando
quedó desconcertado por lo que acababa de hacer Lety. No solo le había dado un
beso, ¡sino que lo había llamado “mi amor”!
Apabullado,
Fernando se puso a pensar:
F:
¿Y eso que quiere decir? ¿Que ella todavía sigue amandome? No, no puede ser...
Muy
despacio, se volteó hacia ella y se quedó varios minutos a contemplarla. Aúnque
Lety había apagado la luz de la lámpara de noche, el alumbrado público ofició suficiente
iluminación para iluminar a su amada, filtrándose a través del traslúcido
cortinado que cubría la ventana.
Lety,
por su cuenta, no lograba dormirse. La mera cercanía de Fernando la tenía en
ascuas y la regresaba a la última noche que pasaron “juntitos los dos” en
Acapulco. Esa noche, habían vuelto a hacer el amor y había sido como si entre
ellos nunca hubieran existidos desaciertos o malos entendidos; solo eran los
dos, unidos piel y sentimiento; todo el resto no importaba.
Fernando
no pudo más resistir a la tentación y se acercó a Leticia, tanto, que ella pudo
sentir la respiración de él en su nuca. Sentirlo tan cerca, la estremecía. Fernando trató de resistir lo más que pudo sin tocarla, tal como le había
prometido, pero no lo logró y finalmente la cubrió con su brazo izquerdo, atrayéndola
a sí y envolviéndola entre sus brazos.
Lety
sintió que sus latidos se aceleraban. Como si pudiese leerle el pensamiento,
Fernando empezó a susurrarle en el oído los versos de una canción de Alexandre
Pires:
F:
Junto a ti seducción, enciendes uno a uno mis sentidos... Quédate con mi amor, ¡envuélveme
en tus brazos sin temor! Viviré siempre así, enamorado digan lo que digan... y
seré para ti ¡porque tú eres una en un millón!
Al
escuchar esos versos, Lety estremeció aún más
Fernando
siguió cantandole al oído:
F:
Ámame, ¡acércate y ámame! Regálame de un poco tu calor, atrévete a mi amor, ¡no
tengas miedo y solo ámame!
Lety
se volteó, sin soltarse del abrazo, y enfrentó sus rostros. Fernando la miró
con muchísima ternura y, perdiendose en su mirada color café, le acarició la
mejilla con las yemas de sus dedos
F:
Lety, mi Lety...
L:
Don Fernando yo...
Fernando
no la dejó ni terminar de hablar; con un gesto acercó sus labios a los de ella
y la besó en la boca como no hacía desde mucho tiempo.
Lety
no lo alejó, puesto que era demasiado tiempo que anhelaba ese beso. Cuándo sus
labios se separaron, Fernando se excusó con ella por lo que hizo y se soltó del
abrazo, volteandose avergonzado.
Lety
quedó inmóvil por algunos segundos hasta que se convenció que era mejor enfrentar la situación de una vez
por todas; lentamente se acercó a él y le hizo una caricia en el hombro
L:
No hay necesidad de disculparse Don Fernando...
Sintiendo
la caricia de Lety, Fernando se volteó, muy despacio, con plena compunción.
Viéndolo
tan compungido, Leticia tomó su rostro entre sus manos, obligandolo a mirarla en los ojos
F:
Como sea le pido disculpa Lety; yo le prometí no acercarme a usted ¡y mire lo
que hice!
L:
¡Ya Don Fernando! ¡Le dije que no pasó nada!
F:
Pero...
Lety
no lo dejó seguir puesto que esta vez fue ella que se armó de valor y lo besó
en los labios con plena pasión.
Fernando
quedó apabullado con ese gesto por parte de ella; él anhelaba ese beso desde que
se habían separado en Acapulco y ahora, con lo que acababa de hacer, ¡Lety le
estaba confirmando que era él el hombre que amaba!
Sin
saber como actuar, Fernando decidió hacerse guiar por el corazón. Aprovechando
de la cercanía entre ellos, le puso su mano derecha en la espalda y la acercó a
sí, envolviéndola en sus brazos y acariciandola. Leticia estaba en las nubes. Las
manos de Fernando que la acariciaban, le faltaban como el aire para respirar y
econtrarse así, a solas con él, era un sueño. Los dos se miraron en los ojos y
se sonrieron así que Fernando tomó valor y se atrevió a decirle lo que nunca le
había confesado:
F:
¡Te amo Leticia!
Lety
reaccionó exactamente de la misma manera que cuándo Fernando le había confesado
que la amaba, la noche de su cumpleaños: abrió grande los ojos y hizo gala de
su asombro. Lo que diferenciaba esta noche de la de su cumpleaños, era que esta
vez, Fernando acababa de tutearla.
Leticia
se soltó del abrazo y se incorporó, sentandose en la orilla de la cama, y las
lagrimas empezaron a salir de sus ojos. Fernando, también se incorporó y se
sentó cerca de ella. Al verla llorar, se maldició por lo bruto que era y trató
de secarle las lagrimas con sus pulgares. Convencido de haber hablado de más de
la cuenta, Fernando se excusó por segunda vez en la noche:
F:
Disculpeme Lety, no era mi intención incomodarla...
L:
¡No, no Don Fernando! No es eso...
Fernando
suspiró aliviado aunque preocupado por la actitud de Leticia
F:
¿Entonces? ¿Por qué llora?
L:
Es que... No sé como decirle que yo...
Lety
se avergonzó y se levantó de la cama, quedando de pié y dandole la espalda.
¡No
tenía valor para mirarlo en los ojos!
Fernando
no tenía intención de quedarse picado entonces se levantó detrás de ella y la
tomó de los brazos.
F:
Lety, por favor... ¡Hableme! Ya le he dicho que conmigo no tiene que temer
nada... Sé que para usted mi palabra no vale nada, pero ¡confíe en mi!
Leticia
se mordía los labios por los nervios. Fernando, cuidadosamente, la hizo voltear,
hasta que sus rostros se enfrentaron, y la tomó por el mentón, obligandola a
mirarlo en los ojos. Leticia, entonces, se armó de valor y, mirandolo fijo en
los ojos, le confesó lo que ya se callaba desde mucho tiempo:
L:
¡Te amo Fernando!
Esta
vez fue Fernando que desorbitó los ojos, quedando literalmente boquiabierta. ¡Lo
que acababa de confesarle Lety, era la realización de su anhelo más profundo!
Muy
avergonzada y roja en la cara, Lety se volteó inemediatamente, alejandose un
poco desde él.
Fernando
no pudo hacer otra cosa que acercarse a ella y abrazarla, estrechandola a sí. Ese
gesto la reconfortó así que Leticia se volteó y escondió su rostro ruborizado
contra el pecho de él.
Fernando
le besaba la cabellera al tiempo que le preguntaba si todo eso era real:
F:
Lety... dime que esto no es un sueño ¡te lo ruego!
Lety
sonrió
L:
No Fernando, esto no es un sueño; ¡esta es nuestra realidad!
Preso
del ímpetu, Fernando la acorraló contra la pared y la besó como si no existiese
un mañana.
Lety
estaba feliz. ¡Por fin había logrado confesarle su amor a Fernando!
Los
dos siguieron besandose por mucho rato. Había transcurrido demasiado tiempo
desde el último beso y ahora sus almas necesitaban saciarse de esa sed que por
demasiado tiempo los había privado de amarse.
Por
fin la magia de su amor comenzó a obrar. Fernando desvió sus labios de la boca
de ella, cubriendole el rostro con pequeños besos por doquier: en la mejilla, en
su sien, en la frente y en su nariz... Lety sonreía con cada beso que Fernando propagaba
en su rostro.
De
pronto Fernando decidió que era el momento adecuado para ponerse más atrevido entonces
paseó el vértice de su nariz,
ascendiendo la ladera del cuello de Lety, hasta esconderse tras la sombra de su
lóbulo, con el pleno conocimiento de la reacción que
ese gesto provocaría en ella. Lety advirtió un escalofrío que recorrió de punta
a punta su cuerpo y todos sus sentidos se aceleraron.
Presa
de la excitación, Leticia empezó a desabrocharle la chaqueta de la pijama,
acariciando con las yemas de sus dedos el pecho de Fernando y dibujando pequeños
círculos. Sentir las manos de ella acariciarlo, hizo que los latidos de
Fernando se aceleraran aún más. Sintiendo que Lety también se aceleraba, Fernando
promovió que se situasen diferentes. Sin esperar la aprobación de Leticia,
Fernando puso sus manos en la parte que continuaba la espalda de ella y, con energía,
la levantó y la acomodó sobre su cintura, cayendo prisionera la misma entre los
brazos de él.
Cargandola
entre sus brazos, Fernando se llevó Leticia pasos atrás. Cuándo dio con la
cama, dejó caer cuidadosamente Lety sobre el edredón, recostandola sobre su
espalda, y después se abalanzó dulcemente sobre ella, haciendo que sus labios retomaran
contacto. Por un momento Fernando se detuvo y la miró en los ojos,
acariciandole tiernamente la mejilla.
F:
Te amo Lety. ¡Te amo con toda mi alma!
L:
Yo también te amo Fernando. ¡Nunca he amado a nadie como amo a ti!
Fernando
le dio un beso que pareció quitarle la respiración. Leticia casi ahogaba en el bálsamo
de sentirlo otra vez suyo. Su corazón latía como un loco con cada caricia que
Fernando prodigaba sobre su pecho, todavía abrigado por la chaqueta de la
pijama de él.
Con
cada caricia, Lety replegaba sus labios hacia adentro, presa del placer de
sentir las manos de su hombre que exploraban su cuerpo.
Viéndola
así, Fernando decidió que había llegado el momento de liberar los senos de
Leticia de su cautiverio; con picardía
empezó a desabrocharle la chaqueta de la pijama, regalandole un pequeño beso
por cada botón que desabrochaba.
Cuándo
el último botón fue desabrochado, Fernando le quitó lentamente la chaqueta,
dejandola caer sobre la alfombra, y se le secó la boca al percatarse que
Leticia no traía el sostén.
Lety
se avergonzó y se incorporó un poco, tratando de cubrirse los pechos con sus
brazos
F:
¡No Lety, por favor! ¡No me prives del placer de contemplarte!
L:
¡Es que me da pena!
F:
No hay de porque; ¡Eres hermosa mi amor!
Ella
solo sonrió, halagada por las palabras de Fernando
Fernando
le besó la mejilla y trató de hacerla relajar, hundiendo sus labios en el
cuello de ella y apretándole suavemente la carne, provocando que su piel se
erizase. Leticia estaba en éxtasis y no pudo otra cosa que abandonarse
completamente a él. Fernando recibió ese gesto con beneplácito y, poniendole
una mano en la espalda, la hizo recostar, dandole un beso empapado de ternura.
Cuándo
Fernando se convenció que Lety estaba más relajada, desplazó dulcemente los brazos
de ella de su pecho y empezó a prestarle suma atención a sus senos, abrigando
con la palma de sus manos los volúmenes del busto de ella.
Leticia
empezaba a deleitarse con las sensaciones que las caricias de Fernando
prodigaban sobre sus senos y anhelaba que ese momento se perpetuara para
siempre.
Fernando,
por su cuenta, estaba al septimo cielo al ver la reacción que sus caricias
provocaban en ella. Complacerla era lo único que le importaba en la vida
sobretodo después de haberla destruida con sus mentiras.
Fernando
quería rescatarse, aunque estaba consciente que una noche de amor no podía
obrar el milagro...
Sin
embargo, ver a la mujer de su vida gozar con sus caricias, hizo que Fernando se
excitara aún más.
Con
su boca húmeda, recorrió su escote y se aventuró hasta el valle, empezando a
apretar suavemente sus pezones y causando que Leticia estremecera. Leticia se
contoneó, presa de la agitación, y sus gemidos no tardaron en hacerse oír,
delatando su placer. Con mucha ternura, llevó una mano detrás de la cabeza de
Fernando, aprobando los resultados de su esmero y haciendo que la excitación de
él iba en creciendo a cada momento.
Al
limite de la excitación, Lety se ancló a Fernando con sus piernas y él entendió
que estaba lista para el paso sucesivo. Aunque laboriosamente, la boca de Fernando
dejó sus senos para regresar a su cuello mientras que con sus manos la despojaba
de los pantalones, desvistiendo sus piernas. Finalmente Lety quedó solo con su
pantaletes.
Suavemente,
Fernando empezó a acariciarle el costado de su muslo, causandole un ligero
cosquillo. Lety soltó una pequeña risa que Fernando calló con un profundo beso.
La
urgencia de sentirla suya lo hostigaba, así que Fernando decretó que había
llegado la hora de deshacerse también del pantalón de su pijama, que voló al
suelo de inmediato. Cuándo Fernando quedó en ropa interior, Lety comprobó
contra su muslo cuán genuina era la excitación de él, halagandose de eso.
¡Nunca
Fernando había sentido asco estando con ella! Su amor era sincero y su excitación
nacía dal deseo de poseerla.
En
ese instante, Fernando la necesitó como jamás imaginó que la necesitaría. Él la
necesitaba para seguir vivo y necesitaba sentir que ella seguía siendo solo
suya.
Amorosamente,
Fernando se acomodó entre los muslos de ella mientras que Leticia le colocaba
las manos encima de sus hombros, acompañando con sus caricias la atención que
él le brindaba, y provocandole escalofríos de placer.
Con
mucha suavidad, los dedos de Fernando se desviaron hasta el trasero de Leticia así
que con un gesto le quitó las pantaletas, haciendo lo mismo con sus
calzoncillos. Finalmente los dos quedaron completamente desnudos.
El
apremio de su excitación ya aquejaba a su hombría pero Fernando no queria ser
brusco, así que antes de poseerla, frotó su nariz con la de ella, con muchísima
ternura, como un beso esquimal, y ella le regaló una sonrisa, estrechandolo aún
más y besandole el cuello.
Sin
duda Fernando era el hombre de su vida; el hombre por el cuál valía la pena
levantarle cada día; él que hace que todo valga la pena.
Con
sus besos y sus caricias, Leticia parecía querer animarlo a apurar la
consumación. Fernando entonces trasladó la mano a la unión de sus piernas
entendiendo que su mujer estaba lista para recibirlo. La piel de Lety ardía,
ansiosa por sentirlo dentro de sí.
Cuándo
Fernando penetró en ella, las ganas de Lety se incendiaron. Leticia se rindió a
su invasión, y se entregó completamente a él, no solo con su cuerpo, sino con
su alma, con su corazón y con su ser todo.
Fernando
la tenía acorralada a él y, con cada movimiento, le demostraba cuánto la amaba,
haciendola estremecer en cada milimetro de su piel.
Lety
seguía mimandolo en todo momento. Ella se sentía la mujer más feliz del mundo, deleitándose
con la erótica sensación de estar acogiéndolo en profundo mientras lo apegaba más
y más a su cuerpo, mordisqueandole sobre la quijada. Sentirlo dentro de sí, le
daba una sensación de plenitud completa. Los dos, juntos, se completaban. Eran
como dos partes de un engranaje que necesitaban estar juntas para funcionar.
Con
sus gemidos, Leticia le transmitía su regocijo ante el ritmo que Fernando componía
con cada embastida. Los besos que Fernando esparcía por el cuello de ella, hacían
que el placer de Lety creciera a pasos agigantados a cada minuto.
¡Tanta
era la excitación, que Lety no lograba mantener sus parpados abiertos!
Presa
del ímpetu, Leticia cerró las caderas de Fernando con sus muslos y él la
sorprendió con un acción que la tomó definitivamente desprevenida...
De
pronto Fernando hundió sus brazos detrás de la espalda de ella y la aferró,
volteándose. Lety terminó encima de él. En aquel momento, Leticia no sabía que
hacer. ¡Nunca en su vida se había encontrado en semejante situación! Ahora era
ella a estar encima de Fernando y él simplemente la miraba sonriendo,
acariciandole las caderas con picardía. Por instinto, Lety se asentó sobre sus
rodillas y Fernando empezó a marcarle el ritmo, acompañando con sus manos las caderas
de ella.
Las
muecas de placer de Fernando la animaban más y más y finalmente Lety se meció
con naturalidad, haciéndose de los gestos de Fernando y encontrando una nueva
manera por entregarse a él. Leticia sonreía, dichosa del momento y envuelta por
la esencia de su hombre. Fernando, por su cuenta, estaba con el sentido
completamente nublado, preso de la excitación de poseer a su mujer y regocijado
por poderla mirar de una nueva perspectiva.
Cuando
la pasión obligó a Leticia a orillarse al siguiente paso, ella hundió sus uñas
en el enredón y cerró los parpados, ahogando un hondo gemido. Fernando entendió
de inmediato lo que estaba por suceder y retomó las riendas de la situación,
recostando Lety en la cama y abalanzandose amorosamente sobre ella.
Otra
vez Fernando descendió sus labios sobre los de Leticia mientras con su cuerpo
se adentraba y se retiraba de ella en una fricción encendida, que saciaba o
exacerbaba su hambre según el vaivén.
El
actuar de Fernando, obligó Leticia a expresarse hasta con las uñas, con las que
le arañó las escápulas. Fernando no se cansaba de besarla y de mimarla en todo
momento. Leticia era su razón de existir y poderla contemplar mientras hacían
el amor, lo hacía sentir feliz de la vida.
De
pronto Lety emitió un gemido más hondo, cuándo el temblor irrefrenable empezó a
propagarse, signo que la excitación había llegado a su apogeo. Por un segundo
entreabrió sus párpados, atestiguando como Fernando gozaba al igual que ella,
sintiendola suya. Leticia sonreía; la felicidad de sentirse suya, la estremecía
hasta el alma.
Finalmente
ambos se abandonaron al éxtasis; sus manos se entrelazaron, sus bocas se
secaron con el gozo y sus cuerpos festejaron entre gemidos la culminación de sus
placer...
Sigue...